La relación personal, un aprendizaje constante

Nos estamos perdiendo la grandiosa oportunidad de relacionarnos real y profundamente

En los últimos días he tenido la maravillosa oportunidad de observar, en distintos ámbitos personas relacionándose unas a otras.  Como estoy desaprendiendo a juzgar  y reaprendiendo sólo a observar alrededor, ha sido una maravillosa experiencia que hoy me permito compartir con mis lectores.
Es claro que el aprendizaje consiste en ver más allá de lo que se ve, sé que parece un poco confuso, tratare de explicarme un poco,  aparentemente las personas hemos aprendido a relacionarnos de una manera confusa, desordenada e impositiva,  obteniendo relaciones que aunque en muchos casos son funcionales, en su mayoría cargadas de profundos vacíos, insatisfacciones y sufrimiento.
Cuando observo a las personas conscientemente,  en su paseos de domingo o en su carrera diaria, en todo su cuerpo hay demasiada información, inmersos en sus pensamientos algunos muy sombríos, otros dejando que los lleve el ritmo y la cotidianidad existiendo sin vivir o viviendo sin existir, no sabría exactamente que,  mujeres ávidas de objetos que las hagan sentir mejor y hombres apegados a su lealtad y compromisos con poco brillo en los ojos.  Al observar simplemente veo luces contenidas en cuerpos que son dominados por la mente y el EGO, ignorando la grandeza que cada uno posee, el brillo rutilante de su SER interior.
Y observando con amorosa mirada,  puedo percibir emociones y sentimientos, que impiden que esos seres disfruten el helado o el café,  hoy justamente mientras bebía conscientemente un capuchino que me invite, contemplaba seres bellos absortos en una dinámica, que sin duda ni se daban cuenta lo sabroso de su café.  Eso le dio origen a este escrito, hemos dejado de disfrutar del hecho mágico de respirar, degustar y sentir.  Hemos dejado de relacionarnos, con nuestro propio ser y eso arroja como resultado obvio, que nos hemos desconectado tanto que construimos relaciones repetitivas y aprendidas.
¿Y entonces? Nos estamos perdiendo la grandiosa oportunidad de relacionarnos real y profundamente, y para conseguir esto, debemos claramente aprender a relacionarnos con nuestro propio ser,  descubrirnos como somos, reaprender a aceptarnos a vernos con ojos amorosos y encontrar la magia que habita nuestro interior.
Es poco probable que disfrutemos a plenitud la relación con otra persona, si antes no hemos aprendido a relacionarnos con este ser, cuerpo, espíritu y mente.  Cuando nos acercamos más a nuestro ser humano, y aprendemos que cada momento ya es un regalo, que mi cuerpo reacciona a lo que siento, experimento y pienso.  Estamos obteniendo responsabilidad total sobre nosotros; construyendo una relación más amorosa y más cordial, es posible, invitarte a ti mismo un capuchino o un helado disfrutando de cada sorbo, de su sabor, de cómo ingresa al cuerpo y como este se comporta al recibir amorosamente.
Cuando me relaciono conmigo conscientemente y me proveo amor, paz y un estado de casi permanentemente conexión con mi cuerpo y mi espíritu, pero sobre todo con total gratitud por todo lo que he vivido, eso me llevo al descubrimiento más valioso de mi vida, aprendí a valorar cada inhalación, cada pestañeo, cada movimiento de mi cuerpo, como una aventura maravillosa llamada vida.
Aprendí que recibo de los demás exactamente lo que me otorgo a mí, conscientemente; estoy dando pequeños pasos, a un estado de plenitud, que no depende ni de la cantidad de dinero que tengo en mi billetera o de cuantos vestidos cuelgan en mi armario, menos de si otra persona me acepta o no.  Depende de cada minuto consciente conmigo misma, cada minuto que observo que existo y estoy aquí rodeada de hermosos seres aunque ellos no sean conscientes de su hermosura.
Aprendo de las relaciones que estoy creando en mi interior, que se ven reflejadas en todas las nuevas relaciones que experimento en el exterior y validan todo lo aprendido.  Lo más valioso de mi aprendizaje es que no me desgasto tratando de complacer a nadie para recibir aceptación y cariño, uso ese tiempo en existir conscientemente.
Luz Nelly Suárez

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