En espiritualidad, término que ya debería estar fuera de nuestra consideración, se habla siempre de “volver a casa” o “volver al hogar” …y muchas veces se usa, cuando una conciencia deja el cuerpo físico, la expresión “retornó al hogar”
Pero regresar a casa, es volver de un estado disperso y distraído en asuntos mundanos, a un estado de consciencia, despierto, atento, siempre presente en el que estamos conectados con el Ser y escuchamos, por así decir, su guía desde la intuición, sintiendo esa conexión.
Algunos se preguntan:
¿Cómo es escuchar al Espíritu Santo? ¿Saber que es la Voz de Dios o Conciencia infinita y no del ego?
En mí, comencé a sentir una dulzura en mi vivir, en el trasfondo de cuanto experimentaba. Una paz increíble…a pesar de que el personaje pudiera sentirse bien, mal, apacible o con ira. Es difícil de explicar, pero aún estaba esa Paz en el trasfondo. Una ternura que era más fuerte que cualquier oposición posible, una sensación tenue increíblemente hermosa. Al principio no podemos captarlo a la perfección, pero una vez que se distingue de los gritos caóticos y estridentes del mundo, no queda nada más que escuchar.
Resulta nostálgica y amorosamente familiar pero también se evoca como perdida desde hace mucho tiempo. Pudimos pasar vidas en sentir así esa Presencia. Pasar mundos.
Cuando me abrazó, no sentí como que la elegí o le daba la bienvenida, sino que me estaba dando la bienvenida a mí, como si fuera una familia o comunidad de la que había partido, para vagar perdida y confundida por mucho tiempo.
Esta amorosidad no me pedía nada…solo Estar presente. Sin sacrificios, ni rituales dolorosos. No tenía que doblar la rodilla. No hubo oraciones o lecciones especiales. Todos los problemas que le planteé se resolvieron con la misma facilidad con que se derrite el hielo en una estufa de hierro fundido. Cada pregunta fue respondida.
No quiere decir que a mi modo o a mi gusto, sino “como debía ser”
No conecté con esta Presencia, que es silenciosa aunque emana guía o información (hay muchas maneras de escuchar sin sonido), hasta que presté atención y acepté el hecho de que no era por ser alguien especial, ni merecedora. En lugar de ignorarla, me incliné completamente hacia ella.
En nuestra época y mundo, celebramos el yo. Mejoramos el yo. Lo llevamos de compras. Lo fotografiamos y subimos las fotos en redes.Lo llevamos a terapia y yoga. No es un crimen contra Dios o la Naturaleza (porque no es real), pero no nos hace realmente felices. No nos libera del sufrimiento.
Inclinarme en humildad fue simplemente un reconocimiento no dramático de que mi voluntad era inadecuada para la acción curativa del Amor, cuyos efectos son la felicidad natural y sostenible y la paz interior. Tenía que haber otra manera.
Cuando dejamos ir el ego, cuando entregamos nuestra voluntad, nuestro camino, nuestra vida, entonces lo que queda es la Voluntad de Dios, del Campo, de la Conciencia Infinita…que es Amor sin sujeto ni objeto.
En otras palabras, si nos resistimos a la voluntad del campo, servimos a la voluntad del ego, y eso significará sufrimiento. Si nos entregamos a Lo Real, el Uno, Lo que Es…Dios, tarde o temprano fluirá la gracia y la paz.
Cuando penetramos en el yo egoico, y podemos dejar atrás sus demandas, entramos en una vasta quietud en la que todas las apariencias apuntan a la Vida Única más allá de todas las apariencias. Todo lo que aparece apunta a Dios, y desaparece, dejando nada más que a Dios. Estas son solo palabras, sí, pero ¿a qué apuntan? ¿A qué entendimiento nos conducen?
Cuando no queda nada más que Dios, conocemos la paz. Cuando estamos dispuestos a dejar todo menos a Dios, entonces recordamos el gozo de vivir en la Presencia que es, y que somos, en última instancia.
No tenemos metas superficiales, porque solo hay un fin y es el Amor y en él comenzamos todos, una y otra vez, reconociéndonos Uno infinito y eterno.
Esta es la dulzura y amorosidad que nos envuelve cuando comenzamos a notar la presencia, la familiaridad de un estado en el que tenemos el Ser, que nos hace sentir “en casa” en cualquier momento presente, si estamos atentos y presentes… hasta que Dios, la conciencia total e infinita Real…disuelva incluso el recuerdo de la separación.
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